Diana vs Mojito, round 1!

Por asombroso que parezca, mi archienemigo más reciente es un Mojito.

Si, un mojito de agua de rosas.

Hace unas cuantas semanas… allá por enero, vinieron a visitarme mis amigos Sheila y Manuel desde Barcelona. Quienes súper amablemente se involucraron en mi M+2, acompañándome a mi y a mi hermana Vanessa horneando Pan.

El caso es que además de hornear pan, y compartir geniales sobremesas ese fin de semana (y un turrón de yema del que Manuel sostenía que su grado de adicción era similar al del crack).También fuimos a tomarnos una copa a uno de mis locales favoritos en Valencia: Mojitería El Brodel, regentada por un simpatiquísimo cubano de dos metros de altura, que en su tiempo libre graba y edita sus propios discos y que recorre el barrio de Ruzafa con su bici y su dálmata (que se llama Changó). Un personaje genial sin duda alguna.

Estando allí instalados cómodamente en sus sofás, yo me pedí un mojito de coco y piña que me encanta. PERO… HORROR… NO QUEDABA NI COCO NI PIÑA. Bajón absoluto.

En ese momento entró el Brodel en acción y me sugirió que me tomase uno de agua de rosas… a lo que contesté: «noooo… es que no sé… quería el de piiiiña… no se si me gustaraaaaá…» y en ese momento saltaron TODAS mis alarmas… escuché sirenas en mi cabeza, luces rojas, era como el interior de un submarino en plena crisis… me di cuenta de que me estaba NEGANDO a probar algo nuevo! 

OMG.

Fue así de fácil darme cuenta que 32 años de costumbres, suposiciones, prejuicios, hábitos (largo etc.), nos pueden asaltar cuando menos lo pensamos.

Y una cosa llevó a la otra, y llevo un par de meses meditando sobre los cambios que voy experimentando, sobre las diferencias que noto en mi actitud, en el cambio positivo y mejor humor que tengo desde que me embarqué en M52… voy apuntando algunas cosas en mi agenda, algunas reflexiones puntuales. Supongo que pese que son un tanto personales acabaré por compartirlas aquí, pero de momento necesito algo más de tiempo ^__^.

En cualquier caso… la pregunta más persistente en mi cabeza desde que me enfrenté al malvado mojito es: ¿por qué nos cuesta tanto saltar a la aventura?.. ¿por qué nos cuesta cambiar?.. y aún no lo sé, tengo cientos de respuestas… pero no estoy segura de ninguna.

En cada actividad que hago, noto un pequeño cosquilleo cuando salgo de mi zona de confianza, cuando entro a un terreno que no me resulta familiar… a veces es probar algo nuevo como un mojito, a veces ver una pared de piedra y sentir vértigo miedo a no poder subirla, comprar fichas en un casino… cuando noto ese cosquilleo sé que estoy haciendo lo correcto. Lo sé porque me incomoda, me hace sentir insegura, nerviosa, incluso deseosa de renunciar y hacer otra cosa. Pero he descubierto que si persisto, si no me dejo convencer por esa vocecita maliciosa que me dice «Quit, this is not for you», se abre un universo genial de sensaciones, como el sabor del éxito cuando has subido la pared o el del mojito de agua de rosas, floral y fresco.

Con este experimento me estoy descubriendo más capaz y más fuerte de lo que yo misma creo que soy. Como dice Sabina: «Mi primera frontera se llamaba Joaquín.»  Y va a resultar cierto… mi primera frontera a veces se llama Diana. Y qué frontera tan compleja!

Sin embargo… probar algo nuevo cada semana resulta «fácil», son pequeños pasos, misiones de exploración a ese universo de experiencias que hay detrás de la línea del miedo, la pereza, el confort, la seguridad…

Cambiar no está resultando fácil, aún persisten algunas mañas, sobre todo la mala costumbre de intentar posponer las cosas… Pero bueno, llevamos nueve semanas de nuevas experiencias, y creo que son un buen punto de partida. Y sigo trabajando sobre estos conceptos:

1.- no renunciar a cosas que quiero hacer y no posponerlas.
2.- cultivar la voluntad. Cuando quiero hacer algo, y quiero hacerlo de verdad, encuentro el modo.

Mojito… lo siento! pero esta vez has perdido.

Y para cerrar una pregunta más: ¿quién/cuál es tu archienemigo?03_diana_vs_mojito