M+1: Clase de Yoga

Status:
Agujetas: Check
Pañuelo/pareo para la esterilla: Pendiente.
Pantalones amplios y cómodos: Pendiente.
Ganas de volver a clase: SUPER CHECK!

El miércoles empecé oficialmente esta aventura con la primera clase de Kundalini Yoga en Gobinde (un centro que queda en el barrio de Ruzafa), y la verdad es que salí agotada pero feliz… de hecho me duelen algunos músculos que sólo recuerdo que existen cuando voy a la nieve.

En todo caso, mi primer día de M52 empezó en medio del stress absoluto que tenemos ahora mismo en el despacho, estamos en medio de una producción compleja y contrareloj que nos ha tenido ocupados todo el mes de Diciembre, y donde todo el equipo ha demostrado de la gran madera que está hecho llevando adelante el proyecto sin rendirse, pese a los momentos de auténtica crisis que hemos atravesado. Secretamente estoy muy orgullosa de ellos.

El día transcurrió agitado, y entre una cosa y otra, se me hizo un poco tarde y estuve a punto de no llegar a la clase… por un segundo estuve tentada a posponer la clase para el jueves, pero me pareció que era empezar con mal pie… así que en vez de buscarme una excusa, decidí apurar el paso para tratar de llegar aunque fuese rasante de tiempo ¡y lo conseguí!..

Así que una vez allí, y habiendo dejado mi nombre y mi mail a la chica de recepción (reflexión breve: tengo que preguntarle su nombre), en dos minutos me enfundé una de mis camisetas grises favoritas, mis pantalones de ir a correr y con un pañuelo grande que tengo me fui directa a la clase.

 

 

Entré y vi que se trataba un espacio amplio. El suelo es de madera y el techo muy alto. La pared que encabeza el local está pintada de verde y está decorada con una especie de díptico de madera labrado. Justo en el centro y debajo del díptico, hay una tarima que no se levanta mas de un palmo del suelo, y es desde donde el instructor dicta las indicaciones para seguir los ejercicios de la clase. Todo está envuelto en una iluminación muy suave… huele como a miel, es un incienso muy agradable.

Los primeros minutos de la clase fueron casi una invitación a interrumpir el ritmo del día, estaba todo el mundo sentado en silencio, sólo se escuchaba un sutil hilo musical… yo que venía atacada por llegar tarde y con algo de «resaca laboral», agradecí infinito poder hacer una línea de corte entre mi día y la clase.

Al poco llegó el profesor (quizás no es la palabra más adecuada… pensaré al respecto…) y dio inicio a la clase cantando un mantra (que evidentemente no me sabía) así que mientras toda la clase lo entonaba yo permanecí en silencio, sin embargo reconozco que la vibración del sonido predispone el ánimo y el cuerpo para la actividad.

yoga_M52Empezó la clase, y ejercicio a ejercicio iba subiendo el ritmo y la exigencia, me sorprendió gratamente haber aguantado la clase completa y comprobar que pese que estoy bastante oxidada no he perdido tanta flexibilidad como sospechaba… eso sí desde que el primer minuto después de clase supe que tendría unas agujetas interesantes, aunque noto los hombros menos cargados.

Me queda por probar otra clase, con otro estilo de yoga: Hatha Yoga. Será el lunes, y pese a las agujetas y el cansancio general, no me la perderé.

Mi plan con el yoga es continuar a lo largo de todo el año, con lo cual tengo que compatibilizarlo de alguna manera con el resto de la agenda. Buscaré el modo!

Próxima semana: M+2 – Hornear Pan.