M+24: Paracaidismo

Status:
Configurar escuadron de ardillas: Check!
Buscar una escuela de paracaidismo: Check!
Coordinar y planificar mi agenda: Check!

Despertarme la noche anterior del salto
con el aleteo de una mariposa que se posa
en una rama de un cerezo en flor en Japón: Check!

Preparar mis zapatos de la suerte para el salto: CHECK! CHECK! CHECK! CHECK!
Llevar mi camiseta favorita: check!
Repartir monedas de la suerte: Check!

El fin de semana pasado fue un fin de semana REPLETO de eventos importantes… Tuve que planificar durante meses cómo encajar en la agenda todas mis actividades… Porque otra cosa no, pero  conseguí exprimir el tiempo.

La noche anterior al salto apenas dormí, estuve maquetando hasta tarde el primer libro de mi primo Luis Gerardo, un libro que confieso que me tiene enloquecida y en en que he depositado todo el cariño como prima y como artista gráfica, y después por el miedo a quedarme dormida nunca conseguí conciliar un sueño profundo.m+24_007

Dieron las seis y media de la mañana, y estando en pie empezaron los rituales de vestirse, y prepararse… Lo hice con cierta conciencia, prestando atención a los detalles. Por primera vez desde que los tengo, apreté los cordones de mis converse rojas… nunca los había ajustado a mi pie… me gusta sentir los pies libres, pero tenia miedo de perderlos en la caída. Luego me cepillé el pelo y decidí llevarlo suelto en el camino, pero me puse en la muñeca una goma para poder recogerlo después.

Y así en un visto y no visto, Ron y yo ya estábamos en la estación de Atocha renfe, en un timing perfecto para alcanzar el tren que nos dejaría en Fuenlabrada, donde nos encontraríamos con las geniales hermanas Peláez. Ana sería la encargada de llevarnos hasta Ocaña… Conducir antes del salto le resultaba imposible a Azu.

Después de los besos y abrazos al saludarnos, nos subimos al coche. Estábamos a 30 minutos de distancia del aeródromo.

Llegamos puntuales como claveles. Rellenamos nuestra ficha y el seguro del salto. Azucena se reía nerviosa y emocionada… Ron no se acordaba de su número de teléfono, a mi me temblaba el pulso de emoción, miedo, excitación, felicidad… no se bien por qué me temblaba el pulso.m+24_011

Estuvimos allí un rato esperando nuestro turno. Tomamos fotos, nos reímos. Ana se reía más que nadie!

De pronto escucho cómo me llaman por mi nombre completo… sangre helada… Era mi instructor Houdy que me llamaba desde la puerta de la cafetería. Se presentó, me dijo que sería mi instructor del día, me preguntó si estaba asustada… y me recuerdo a mi misma diciendo que no, que estaba feliz y tranquila. Lo mejor del caso es que era cierto, el miedo había desaparecido por completo y había dejado su espacio a otros sentimientos igual de intensos.

Me explicó todo lo que ocurriría mientras íbamos ya camino del hangar. Allí me dio un mono azul y rojo (que me quedaba gigantesco)… aunque le quedaba aún más gigantesco a Azu! Querida… es lo que tiene ser pequeñas! El único que se veía favorecido era Ron, a quien el mono le quedaba perfecto… (ratilla tramposa…). Después del mono vino el arnés. Un arnés que cuando te lo pones por primera vez piensas: «Vaya, este montón de hebillas, cierres y nylon es lo que me va a sostener a mi instructor…» Seeeh… suelo pensar de ese modo; desfragmentando los objetos hasta hacerlos parecer casi futiles. Un día les diré cómo defino a los ascensores o a los telesillas.m+24_008Houdy me indicó que el arnés terminariamos de ajustarlo en el vuelo, que ahora era importante estar cómodo. Yo procuré preguntar todo lo que me dió curiosidad mientras estábamos en el hangar… Qué pasa si te desmayas? cómo se abren los paracaídas? que es ese botón de ahí? por qué tanta genta habla inglés aquí?..  Cuanto tiempo llevas saltando? A lo que Houdy me respondió que 32 años… OH! justos los que tengo yo!  A lo que me respondió: Lo tomaremos pues como un buen presagio. Y pensé… Me mola mi instructor.

De pronto, mientras miraba sumida en mis pensamientos cómo un chico practicaba la postura base con el torso en el suelo, escuché que llamaban al vuelo 3 y a todos sus pasajeros… ERA NUESTRO TURNO! cruzamos el hangar y nos esperaba fuera la avioneta más pequeña en la que he subido jamás! JAMÁS! era minúscula, blanca, atravesada por una franja tricolor. Y nos subimos todos, nos acompañaría Nuria, la cuarta ardilla del vuelo y que acudía por su cuenta, para saltar por primera vez.

Nos sentamos dentro. Ron iba tras el asiento del piloto, Azu sentada frente a Ron, Nuria al lado de Ron, y yo al lado de Azu, todos y cada uno unidos a nuestros instructores.

Despegábamos.

El motor me pareció más agudo que los motores de los vuelos comerciales, pero lo cierto es que la ascención era rápida estable y contínua. Llegados a los tres mil metros (nuestro destino) el motor se apagó y continuamos planeando.  Recuerdo el frío que me dio dejar de escuchar el motor, era algo que no esperaba que sucediera, y recuerdo pensar… bueno, al menos llevo paracaídas!

Listos, ya en posición, la primera en saltar fue Nuria. Me dio un vértigo terrible ver cómo de pronto nuestra compañera de viaje se había esfumado cayendo de la puertecilla del avión. Houdy aprovechó el momento para darme las últimas instrucciones, y creo que las recordaré siempre; la primera fue: Aunque todo lo hagas mal, el salto irá bien, yo me ocuparé de eso. La segunda: Déjate querer por el aire, el instinto será luchar con el aire, no lo hagas. Dejate querer y fluye.

Vi a continuación como desaparecía Ron y Azu. Fui la última en saltar.

Y estaba allí, colgada de mi instructor, con los pies en el vacío. Escuchaba como la avioneta cortaba el aire, y de pronto la avioneta ya  no estaba. Estaba flotando en el aire. Tal como predijo Houdy por un segundo quise luchar, y sujetarme del vacío. Pero vino a mi mente su frase: Déjate querer por el aire. Y me enamoré de la caída y la velocidad y la libertad… la salvaje libertad de volar.

Sentí cómo el aire fluía entre mis dedos, cómo me despeinaba y cómo me sostenía. El suelo no parecía acercarse.

Vi los campos de amapolas desde el cielo, unos campos intesamente rojos, como mi pintalabios favorito. La visión del mundo desde esa altura, bajo ese estado de embriaguez producido por la libertad y la felicidad, aún persiste en mis retinas. Es una visión indeleble.

La última sorpresa que Houdy me había prometido era abrir el paracaídas sin avisarme. Y fue algo increíble.

Recuerdo estar en ese estado de ingravidez, cuando de pronto sentí como si algo me arrancase y me arrojase hasta las alturas. Lo supe… era el paracaídas abierto.

Y se hizo un silencio difícil de olvidar. Un silencio donde no había ni brisa, ni canto de pájaros, ni el rugir constante de las cuidades. Era un silencio puro casi palpable.

Houdy me dijo, mira hacia arriba. Y vi un paracaídas amarillo brillante, fulgurante bajo el sol, contrastado por el intensísimo azul del cielo.

Allí el vuelo empezó a ser pura adrenalina… empezaron los trompos y los bucles, los giros y los cambios de velocidad… el corazón me iba desbocado… y de pronto la tierra empezó a acercarse.

Aterrizamos.

Al llegar al suelo abracé a Nuria, a Ron y cuando tocó suelo a Azucena.

Todo esto ocurrió en poco más de un minuto.m+24_005

Pasados los días la emoción no se ha desvanecido, se ha convertido en nostalgia cada vez que pienso en ella, y siento celos de los pájaros. Volveré a volar.

Más fotos aquí!

Esta semana: 48 Horas off line.

Normas:

Está prohibido conectarse a internet, redes sociales, tv a la carta, whatsapp, mensajería instantánea… y cualquier forma de conexión digital.

Está permitido llamar por teléfono (pero solo para emergencias si las hubiera), usar cámaras y ordenador pero sin conexión a internet, libros, proyectos DIY, jardinería…

No es exactamente estilo amish, pero veremos qué se siente! Ahora mismo tengo ansiedad.

Empieza el sábado a las 00:00 hasta el lunes a las 00:00