Viajar para emprender, ¿viajamos?
Esta semana (antes de sentarme a redactar mis últimos Ms) quiero dedicar un post especial al libro «Viajar para emprender», donde además de la maquetación, tuve la inmensa fortuna de escribir el prólogo.
Escribir un prólogo es una experiencia única, implica la inmensa responsabilidad de invitar al lector a sumergirse en las páginas que vienen a continuación, es invitarlos a empaparse en la aventura, a dejarse llevar por su imaginación mientras surfean por las palabras y los pensamientos del autor.
Este libro es además muy especial para mi, porque se trata del primer libro de Luis Gerardo Cantero, que además de emprendedor y entusiasta, resulta ser uno de mis primos… y ver los éxitos de mis seres queridos siempre me llena de alegría, siempre los siento un poco míos… no puedo evitarlo!
En fin… después de divagar un poco, aquí les adjunto el prólogo, a ver si se animan y leen el libro (que pueden conseguirlo aquí!)
El norte está donde está mi corazón
Siempre quise viajar. Los viajeros me parecían personas con una vida excitante, única. Los imaginaba como grandes conversadores, héroes colosales, invencibles… para mi, todos ellos eran como Allan Quatermain, explorador con el que innumerables veces he viajado y recorrido la más profunda de las Áfricas, desde mi imaginación adolescente y bajo el foco incandescente de mi lámpara de noche.
Con el paso del tiempo descubrí por mi misma cosas realmente interesantes de estos “vaga mundos”. Entre ellas descubrí que los viajeros comparten entre si un gran secreto -al menos secreto hasta ahora-… Todos ellos han visto la puesta de sol a veces en el mar, a veces entre las montañas, a veces en el desierto, en la jungla o entre rascacielos. Han visto un mismo evento desde cientos de puntos de vista distintos. Y su mente se ha abierto a las posibilidades, de un modo que sólo el camino puede enseñarte.
Y es que viajar es justamente eso, es aprender en vivo y directo, que un mismo suceso puede observarse de distintos modos, para desvelarse ante nosotros como algo completamente distinto. Desde que descubrí este secreto, cada vez que pienso que algo no puede ser de otro modo, en mi mente el sol sale entre los picos del Ávila en Caracas, y luego entre las ruinas de Roma, y luego aparece tímido, oculto entre nubes de Noruega. La lección aprendida es que todo puede ser diferente si estás dispuesto a cambiar tu punto de vista.
Echarte la mochila al hombro, la maleta al coche, el bolso a la mano: te cambia… inevitablemente te cambia. Y esto ocurre, porque por corto que sea tu trayecto, estás dispuesto a salir al camino, a tratar con nuevas personas, a descubrir nuevos horizontes. Y exponiendo el alma y el corazón a la aventura, es imposible permanecer inmutable, es imposible ser el mismo. Estoy convencida de que si todos cambiásemos sólo un poco cada día, el mundo acabaría cambiando por completo. Pero estas son divagaciones mías mientras viajo en un vagón del metro en Madrid.
En esta aventura que es la vida, en más de una ocasión, nos convendrá prestar atención a las lecciones simples y puras, que recibimos cuando somos extranjeros en tierras lejanas (o no tan lejanas). Son lecciones que nos conducirán a descubrirnos, a entender la naturaleza de nuestro propio ser. Alguna vez disfrutaremos de la vida, alguna otra recibiremos una dura lección… Pero justamente de eso se trata vivir. Vivir conlleva inevitablemente grandes riesgos, pero ¿qué sería de la vida si no nos atreviéramos a explorar nuestros límites, si no nos arriesgamos a vivirla?. Sería una monótona y segura estancia, con sofá, café y periódico, y muy pocas cosas que recordar.
Y es aquí donde, si estas leyendo éstas páginas, de repente tu viaje confluye con la vuelta al mundo de Luis Gerardo; donde en un giro de la fortuna, has encontrado un compañero de viaje que está dispuesto a compartir los buenos momentos y a contarte, en primera persona, cuáles han sido los momentos oscuros o difíciles de su viaje. ¡Qué suerte! Qué suerte viajar acompañados, aunque sea solo por un rato. Que suerte compartir la risa en las cenas, el miedo en el desierto, la belleza en Iguazú, la imprudencia en Katmandú. Porque de eso van las páginas de este libro, de abrir los ojos y estar listos para descubrir cómo se ve el sol en cada nueva ciudad. Se trata de aprender de nuestros propios errores y de celebrar los aciertos, se trata de permitirnos ser viajeros y de dejar de ser turistas… se trata de explorar no solo el mundo, sino a nosotros mismos, de ponernos a prueba. Porque si no lo hacemos, nunca sabremos hasta dónde somos capaces de llegar.
Viajar para emprender es una invitación abierta a perseguir los sueños, sean de la naturaleza que sean, es una invitación a creer en ti mismo y a buscar tu propio norte. Porque el norte está allá donde está tu corazón, pese a lo que las brújulas se empeñen en decir.
Ahora es momento de seguir al lado del camino, de avanzar, de zambullirte en esta aventura y extraer de cada momento lo mejor de la vida.
Yo me despido en estas líneas para seguir mi viaje en solitario de nuevo, te dejo en la mejor compañía que puedes encontrar. Nos vemos pronto!
Buen viaje!